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domingo, 3 de octubre de 2021

Enseñar a nadar comienza con la sencilla lección de hacer que la persona meta la cabeza en el agua.

Enseñar a nadar comienza.

Lucas 5.3-4, 6-7. 

“Y entrando en una de aquellas barcas (Jesús), la cual era de Simón, le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echa tus redes para pescar. Y habiéndolo hecho (Simón), encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía. Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que vinieran a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían”.


Enseñar a nadar comienza con la sencilla lección de hacer que la persona meta la cabeza en el agua.

 Obedecer esa primera instrucción ayuda a sentirse cómodo en el agua, y es fundamental para aprender a nadar. 

Seguir a Dios también comienza con un pequeño acto de obediencia, que pudiera parecer insignificante, pero, precisamente ahí, es donde el Señor nos quiere ver empezar.

Pedro el hombre obediente de Jesús.

Pedro no tenía idea de que por las acciones que Jesús le indicó, de remar mar adentro y echar las redes, se le abrirían las puertas al ministerio, y a una extraordinaria aventura con el Señor.

Decirle sí a Dios en cosas pequeñas es básico para descubrir Su propósito para nosotros, lo cual también puede beneficiar a otros.  La obediencia de Pedro, a las peticiones de Jesús, resultó en dos barcas llenas de peces, más que suficientes para todos.


Aunque la obediencia a Dios te pudiera parecer poco razonable, acatarla te conduciría a oportunidades y bendiciones especiales. Pudiéramos decir que, ¿ante una petición, supuestamente ilógica, para ti del Señor, un “” saldría de tus labios rápidamente?  Sería lo mejor. *¡Siempre te va a convenir!*


¡Feliz día y que Dios te bendiga!

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