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| Final y legado de Juan el Bautista | 
Versículo: Mateo 14:3-12
El ministerio de Juan culmina en una nota trágica: su encarcelamiento y muerte a manos de Herodes. Fue la consecuencia de su denuncia pública —que incluso reprochó a Herodes por su conducta— y de intrigas de la corte. La historia no termina con una victoria terrenal; termina con fidelidad que no negocia la verdad.
Sin embargo, la muerte física no borra el impacto de su vida. Jesús mismo llamó a Juan el mayor entre los nacidos de mujer, destacando su papel como precursor. El legado de Juan es doble: su llamado al arrepentimiento y su disposición al sacrificio. No vivió para ser popular; vivió para cumplir la misión que Dios le confió.
Hay una lección pastoral: el servicio fiel puede no dar frutos visibles inmediatos, pero construye una herencia espiritual. El ejemplo de Juan traspasa siglos porque su coherencia entre palabra, vida y valentía resuena dondequiera que se busca autenticidad.
Además, la respuesta de otros personajes alrededor de su muerte —el duelo de discípulos, la reflexión pública— nos recuerda que la verdad sufre pero también inspira. Juan no buscó venganza ni influencia política; su reino era de otra índole, y su recompensa es espiritual.
Aprendizaje
La fidelidad muchas veces implica costo. Aceptar esa posibilidad no es buscar el sufrimiento, sino comprender que la coherencia puede tener precio. El legado de Juan nos alienta a perseverar en la verdad, sabiendo que la fidelidad trasciende la temporalidad.
 
   
   
   
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