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| Bautizo en el rio Jordán | 
Versículo: Marcos 1:4-8
Juan bautizaba en el Jordán como signo visible de un cambio de vida: el bautismo no era un ritual vacío, sino la expresión pública de un arrepentimiento genuino. Personas de toda la región acudían para confesar y ser sumergidas; incluso líderes religiosos se presentaban, mostrando que la llamada de Juan alcanzaba a todos, sin excepción.
El rito del bautismo de Juan difiere del sacramento que la Iglesia desarrollaría más tarde; su énfasis estaba en la conversión. La inmersión simbolizaba limpieza, renacimiento y responsabilidad pública. Además, Juan hablaba de alguien más poderoso que él —el que vendría— y ponía su propio rol en perspectiva: preparador, no protagonista.
Ese detalle es relevante hoy: la humildad del servidor que apunta a Cristo. Juan no buscó fama; su propósito fue apuntar a Aquel que merecía la atención. La dinámica de su ministerio nos enseña que una vocación legítima no busca autopromoción sino dirigir a otros hacia la verdad.
También hay una dimensión social: el arrepentimiento exigía consecuencias prácticas —reparación, justicia, honestidad— no solo emoción. Juan desafiaba la hipocresía, llamando tanto a gente común como a los que ostentaban poder moral y religioso.
Aprendizaje
El verdadero arrepentimiento se muestra en acciones. El bautismo de Juan nos invita hoy a traducir la fe en cambios concretos —actos de restitución, humildad y servicio— y a recordar que el liderazgo cristiano sirve para señalar, no para eclipsar.
Datos que quizás no sabias sobre el bautizo que hacia Juan 👈
 
   
   
   
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